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11-09-2014

Portugal, un destino para los sentidos

 

Portugal, un destino para los sentidos

Lo primero que me impresionó al llegar fue su gran Cristo Rey que con sus 110 metros de altura parece vigilar y cuidar a la ciudad de Lisboa.  A continuación su espectacular puente del 25 de Abril, que es el puente colgante más largo de Europa, con sus 2.277 metros de longitud y que  llamó mi atención por el ruido que hacen las ruedas de los coches al pasar por él.  

Una vez acomodados en nuestro hotel, que por cierto estaba lleno de españoles, nos pusimos calzado cómodo y nos fuimos a patear Lisboa. Para hacernos una idea general de la ciudad nos montamos en los autobuses City Tour, esos que te hacen un recorrido rápido por los lugares más emblemáticos de la ciudad. Eran las cuatro de la tarde y nos subimos mi marido y yo en la parte superior, para tener mejores vistas. Mejores vistas y más movimiento, porque el conductor parecí­a que iba corriendo un Grand Prix  y no enseñando su ciudad. 

Para que os hagáis una idea os diré que el audio de la visita iba alrededor de un minuto de retraso con respecto al monumento que acabábamos de dejar atrás. Así­ que todos í­bamos la mayor parte del tiempo mirando atrás para ver lo que el audio describí­a. Y además de las ganas de vomitar que me entraron, el aire que hací­a arriba me dejó el pelo como a Bridge Jones (Renée Zellweger) cuando llega en el descapoble de Daniel Cleaver (Hugh Grant)  a pasar el fin de semana en aquel bucólico hotel de campo. Pero sobreviví­, como Bridget, y además me dio un ataque de risa ante semejante panorama.

Yo creo que los demás viajeros pensaron: -esta mujer ha bebido o está muy mal de la azotea-.  Cuando nos bajamos del autobús casi beso el suelo, pero pronto me repuse al ver un escaparate lleno de dulces tí­picos portugueses. Madre mí­a, no sabí­a cual escoger. Al final me decanté por un pastel de naranja 'pastéis de laranja', que tení­a muy buena cara y mi marido por unos pasteles de nata 'pastéis de nata' muy famosos,  y que a mi me parecieron muy empalagosos. La verdad es que me hubiera llevado un pastel de cada clase para el hotel, tení­an todos tan buena pinta.

Al dí­a siguiente nos propusimos visitar el 'Castello de San Jorge', fortaleza desde la que saqué esta magní­fica panorámica de parte de Lisboa, con su famoso puente colgante al fondo.  El increí­ble azul de la desembocadura del rí­o Tajo se mezclaba con el azul del cielo, era realmente precioso.

No podí­a faltar en nuestra visita a la ciudad un viaje en los famosos tranví­as lisboetas, que subiendo por esas empinadas calles casi rozan a los transeúntes que iban y vení­an por las empedradas aceras. El hambre apretaba después de una mañana de visitas y bajo un sol de justicia. Callejeamos por el centro de Lisboa hasta que nos paramos a comer en una terraza. En esta ocasión nos pedimos el también famoso 'bacalhau í  brás', riquí­simo y que sin duda irá en mi recetario de esta temperada. Se trata de bacalao desmigado con patatas paja fritas y huevo batido, así­ a groso modo. 

El tercer dí­a de nuestro viaje decidimos visitar la preciosa localidad costera de Peniche, situada a unos cien kilómetros de Lisboa. Disfrutamos como enanos de las maravillosas vistas de sus acantilados al Océano Atlántico y nos hicimos algunas fotos para el álbum.  Llegó la hora de comer y nos metimos en el primer restaurante que vimos (Restaurante Oceaní rio), fue todo un acierto. Nos comimos la mejor caldereta de pescado que he comido en mi vida. Espectacular. En el menú poní­a que era para dos personas pero cuando vimos la olla que nos trajeron a la mesa, de allí­ comí­an al menos cinco. ¡Madre mí­a!

La vuelta de regreso a Lisboa la decidimos hacer por carretera de costa y nos encontramos con sitios tan bonitos como este acantilado, frecuentado por surfistas y pescadores, en el pueblo de Ericeira (Ribera d'Ilhas), totalmente recomendable. 

Y como no podí­a ser de otra manera mis souvenirs de Lisboa fueron; cerámica de la región de Alentejo, bacalao (como no), licor de cerezas y oporto (como no), algún imán de recuerdo para la nevera y unos cuantos pasteles de Belém, que cayeron en el viaje de vuelta a España. 

Portugal es un destino para los sentidos y espero volver en más ocasiones para seguir descubriendo lugares nuevos con encanto y por supuesto disfrutar de su deliciosa gastronomí­a. ¡Hasta pronto! 



Portugal, un destino para los sentidos

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