Acabo de ver una película en la que la gastronomía, la cocina, los ingredientes sencillos y el talento, crean una interesante ensalada fílmica que me ha cautivado. Se trata de 'El Chef, el secreto de la felicidad', una cinta en la que aparecen Jean Reno -al que tengo ubicado mentalmente en un territorio de tiros y policías-; Santiago Segura -con una aparición estelar crítica con la cocina molecular, bastante alejada de mis objetivos como cocinera-; y Michaí«l Youn, un actor francés al que desconocía y que comparte un extraordinario parecido con Linguini, el personaje de la peli de Disney 'Ratatouille' -qué casualidad-.
La película es divertida, agradable, emotiva y, crítica con el mundillo de la alta cocina. Jean Reno interpreta a un cocinero egocéntrico, poseedor de varias estrellas como chef, despreocupado de la familia y presionado por el entorno empresarial al que pertenece. Michaí«l Youn es el polo opuesto, un apasionado de la cocina, la cual entiende a su manera, al que la vida no le ha sonreido. Su talento, su hiperactividad y su sencillez para hacer de la nada un gran plato (y ahí que me recuerde tanto al querido ratoncito de Ratatouille), le convertirán muy pronto en un cocinero de primera. Por el camino, he de reconocer que me he divertido con las numerosas críticas a la cocina científica o molecular o como la queráis llamar. De hecho, hay un inolvidable momento que no os desvelaré para no aguaros la peli, donde los dos personajes, que comparten penurias, terminan parodiando esta cocina que nadie entiende y para la que se necesita hasta un manual con el que comer los platos.
Lo que más me ha gustado es la defensa de la sencillez en la cocina. Sí, es cierto, aparecen en la película muchos platos, pero hay un momento cuyo mensaje quiero compartir con vosotros, y es el de que un buen plato se puede elaborar con los productos de nuestra tienda de confianza de la esquina, de nuestro barrio, de nuestro pequeño pueblo. Como comenta José Carlos Capel, crítico gastronómico en El País, la película es una "defensa de la sencillez en las materias primas".
Y hablando de materias primas... No se os ocurra ver la película sin haber comido antes, porque de lo contrario tendréis que darle a la pausa e ir a la cocina a poner en práctica alguno de sus platos o a echar mano de la nevera.
La película está llena de contrastes. Un reputado chef y una hija que solo come comida basura; críticos que solo hablan de platos moleculares mientras una residencia de la tercera edad premia los platos de toda la vida; lo difícil de compaginar un trabajo tan sacrificado con la vida familiar; creatividad versus espontaneidad...
En fin, si obviais que el guión tiene reminiscencias a Ratatouille, y que no es un documental de gastronomía sino una comedia llena de tópicos y mensajes subliminales a la industria de la alta cocina, os divertiréis un rato como yo.
Que la disfrutéis, ya me diréis si os ha gustado ;-)
Jean Reno sufre una crisis creativa en la película
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Egos y programas de TV también son parodiados en la comedia
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