El roscón de Reyes es, con diferencia, el dulce más esperado del año. No hay niño ni adulto ni anciano que no ansíe la llegada del día de Reyes para disfrutar de un trocito, y de los cientos de sabores con los que es posible encontrarlo: Relleno de nata, chocolate, crema, cabello de ángel, caramelo...
Es el único dulce que los niños comen con ilusión, por si se encuentran la figurita escondida y los mayores con temor por si les toca el haba y, con ella, el consiguiente desenvolso del roscón.
El día de Reyes, cuando lo repartimos en casa, nos miramos todos con los ojos bien abiertos y entre risitas por el nerviosismo de morder algo duro, ¿haba o figurita?
Durante muchos años mi familia ha tenido que aguantar el roscón que cada año me proponía preparar pero que luego estaba duro como 'la suela de una alpargata' -como diría mi madre-.
Recuerdo mi primer roscón de reyes que crecía y crecía en la bandeja del horno y que, cuando terminó de levar, aquello era más bien un flotador de salvamento marítimo que un dulce. ¡Era enorme!
Lo he seguido intentando en diferentes años y siempre con el mismo resultado. No me salieron tan grandes pero sólo se podían comer recién sacados del horno. Luego se morían de pena en la nevera.
Por fin, este año lo he conseguido, un rosco que dos días después de horneado estaba tierno al comerlo. Es mi segundo rosco en 15 días, asi que, confirmo la voz popular que asegura que, quien la sigue la consigue. No desesperéis, si os gusta preparar los dulces navideños en casa, si éste se os resiste, probad con mi receta.
Mi primer roscón de Reyes en la Navidad de 2004... Un auténtico platillo volante
Roscón de Reyes, otra intentona posterior... esponjoso al principio, luego un pedrusco volante
Roscón de Reyes, última intentona... Ésta es la buena!!! Una delicia al paladar
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