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02-05-2018

Comer en Chinchón

 

Comer en Chinchón

Mi entrada de hoy es para todos aquellos que pensáis ir a comer a Chinchón, un pueblo situado a unos cincuenta kilómetros de Madrid, y no sabéis dónde. Veréis, la pasada Semana Santa, fuí­ con mi familia a Madrid a pasar unos dí­as, ya habí­amos estado anteriormente en Chinchón en otra ocasión, pero solo en la plaza mayor tomando unos refrescos, y la verdad que me encantó el pueblo. Por lo tí­pico, las vistas y por su arquitectura. Me encantan los balcones con rejas, madera labrada y vidrieras y allí­ hay unos cuantos.
 
En Chinchón os encontraréis con calles empedradas, por lo que os recomiendo que llevéis calzado cómodo, además de por las piedras por lo empinada de sus calles. Lo primero que nos encontramos al llegar a Chinchón es su espectacular parador de turismo, un edificio que en su origen fue un convento agustino, y que tras diferentes usos y posteriores restauraciones en el año 1982 se convirtió en parador de turismo. Continuamos por la calle del parador unos pocos metros más y llegamos a la espectacular plaza mayor de Chinchón, un espacio abierto con suelo de arena y rodeado por 230 balcones de madera por los que el tiempo no ha pasado. Más abajo lo podéis ver en una foto que hice y que os dejo como una estampa antigí¼a.

Dimos una vuelta por la plaza y como mis hijas tienen un reloj en la panza, pues pronto empezaron a decir que tení­an hambre. No tení­amos reserva en ningún restarurante y el pueblo estaba a rebosar de gente que habí­a ido a pasar el dí­a y a comer. Busqué en Tripadvisor un lugar para comer en Chinchón y me apareció el Mesón Cuevas del Vino, con buenas crí­ticas y por las fotos muy tí­pico.

Así­ que nos dirijimos hacia él calle arriba, y arriba y arriba, parecí­a que no acaba la cuesta empedrada, menos mal que llevaba botas bastante cómodas. Mientras subí­amos no  perdí­ detalle de cada balcón, puerta y fachada de las casas que nos í­bamos encontrando en nuestro camino. Muchas de ellas con el cartel de "se vende", una pena que no esté la mayor parte del pueblo restaurado, serí­a una villa perfecta para pasar el fin de semana y disfrutar de su tranquilidad y su gastronomí­a. Si me toca la loterí­a ya tengo apuntado en mi lista comprar una de estas casas  y convertirla en fonda tí­pica, je je,

El mesón se haya ubicado en una antigí¼a casa de labranza de finales del siglo XVIII cuya principal actividad era la elaboración de vino y aceite, por lo que en las diferentes salas que encontraréis dentro del edificio, hay además de aperos de labranza los utensilios y máquinas necesarias para tal fin. Piedras de molino para el molturado de la aceituna y prensas para la obtención del vino, principal producto de la casa.

El mesón Cuevas del Vino, me recuerda mucho a un restaurante que frecuendo a menudo situado a los pies de las montañas de Montserrat, en Barcelona, llamado Vinya Nova, otro lugar que parece detenido en el tiempo y decorado casi de idéntica manera, aunque este no tiene prensas ni ruedas de molino, pero su comida tí­pica es de rechupete.

Nuestra comida consistió dos primeros para compartir y luego cada uno nos pedimos un plato diferente para así­ probar lo máximo de la carta. Tienen menú para niños pero a mis hijas, ya les llama más la atención los platos de adultos que el menú infantil, es lo que tiene tener una mamá bloguera gastronómica, que les gusta probar cosas diferentes. 
Para compartir nos pedimos una ensalada de tomates con Pamplinas, que nunca habí­a probado y que tení­a un ligero sabor picante y algo leñoso algunos tallos, pero que en general nos gustó. También nos pedimos un plato de "Escaramuza", que era una mezcla de huevo, pimiento verde, calabací­n, patatas paja fritas, picatostes y chorizo picante que vení­a bien servida.
Los otros platos que nos pedimos fueron, albóndigas de buey con setas, rabo de toro, judias chinchoneras y huevos  de "rico". De postre arroz con leche. El único pero es que como fuimos en plena semana santa tardaron un poco en traernos la comida y se les habí­a ido la mano con la sal, pero pudimos comer aún no habiendo reservado por teléfono y en la sala de las tinajas.

Es un restaurante tí­pico que como os comento está igual que cuando empezó a funcionar allá por el año 1964, nos hubiera gustado probar el cochinillo asado o el cordero lechal al horno, pero habí­a que esperar 45 minutos al menos y nuestros estómagos a las tres de la tarde no estaban por esperar, ja ja.
Después de semejante comida era obligado dar una vuelta por el pueblo para bajar "en la medida de lo posible" todo lo que nos habí­amos zampado, y cómo no, comprar una botella del famoso aní­s de Chinchón antes de volver al hotel. La próxima vez reservaré y pediré cochinillo o cordero asado, así­ os cuento.

Mientras tanto os dejo con las fotos que fuí­ echando por el pueblo y en el Mesón. Espero que os haya gustado esta entrada y os entre el gusanillo de conocer y comer en Chinchón.

 
Comer en Chinchón 
Plaza Mayor de Chinchón

Comer en Chinchón

Detalle de la entrada al Mesón Cuevas del Vino

Comer en Chinchón

Interior de la sala de las tinajas donde comimos, como véis son enormes y están firmadas por comensales ilustres que han pasado por allí­.

Comer en Chinchón

Ensalada de tomates con pamplinas

Comer en Chinchón

"Escaramuza"


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Albóndigas de buey con setas.

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Rabo de toro.

Comer en Chinchón

Huevos de "rico" con jamón ibérico y pimientos del padrón.

Comer en Chinchón

Arroz con leche para el postre.

Comer en Chinchón

Detalle de la sala de la prensa con las enormes piedras de molino.

Comer en Chinchón

Detalle de otra de las estancias con prensa romana.

Comer en Chinchón

Entrada al mesón con la chimenea encendida y los altos techos con vigas de madera centenarias.

Comer en Chinchón

Este expositor de cuberterí­a con el almirez me pareció precioso y nunca antes habí­a visto algo así­. ¿os gusta?

Comer en Chinchón

Detalle del interior del mesón, me pareció de postal antigua, y no me pude resistir de fotografiarlo.

Comer en Chinchón

Para que os hagáis una idea de lo grande que son las tinajas, bueno, yo no soy alta pero las tinajas eran espectaculares. ¿En qué horno se cocerí­an? ¡Madre mí­a!

Comer en Chinchón

Como os comentaba, me encantan las casas con estas fachadas de piedra, hierro y madera.




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